El tratamiento de aguas residuales es un proceso complejo que requiere diversas etapas. En cada una se van eliminando distintos tipos de contaminantes mediante procesos físicos, químicos y biológicos. Entre los pasos finales se encuentra la cloración, con la que se busca matar o inactivar microorganismos potencialmente patógenos, y ocasionalmente también el oxidar algunos compuestos orgánicos aún presentes tras el tratamiento.
En este procedimiento comúnmente se agrega hipoclorito de sodio o de calcio al agua, formándose distintas sustancias. La especie con mayores propiedades desinfectantes es el ácido hipocloroso (HOCl), al que se le llama cloro activo libre. También se forma el ion hipoclorito (OCl-), mucho menos efectivo como desinfectante. Existe un equilibrio en la formación de ambas especies que depende del pH del agua, por lo que se recomienda que el proceso se lleva a cabo a pH debajo de 8.0. Cuando ninguna de las dos especies se ha unido a un contaminante se conocen como cloro libre. Una vez que se han unido a otras moléculas, se les denomina cloro combinado.
El cloro residual se refiere al cloro que queda en el agua tras terminar el proceso de desinfección. Este exceso tiene la finalidad de prevenir la contaminación del agua durante la distribución y almacenamiento. De acuerdo con la OMS, se propone una concentración residual de cloro libre mayor a 0.5 mg/L. El monitoreo regular del nivel residual de cloro es importante para mantener la calidad del agua, buscando evitar tanto la falta como el exceso de cloro, que proporciona propiedades organolépticas desagradables al agua.
Tras varias décadas de uso generalizado de este método de desinfección, se ha observado que se generan algunos subproductos potencialmente carcinogénicos, principalmente cuando el cloro reacciona con materia orgánica presente en el agua formando trihalometanos, ácidos haloacéticos y haloacetonitrilos.
Por otra parte, existe la preocupación que las dosis subeltales de cloro impacten la expresión genética de las bacterias, así como la composición de los microbiomas presentes en las redes de distribución, eventualmente generando resistencia al mismo.
Por ello, se buscan alternativas de bajo costo para el tratamiento de aguas residuales. Por el momento, la OMS considera que el riesgo por el uso de cloro para la desinfección es muy bajo en contraste con los evidentes beneficios a la salud, por lo que su uso sigue siendo recomendado.
En Fujifilm le ofrecemos dos prácticos kits que permiten medir los niveles de cloro residual de manera fácil y rápida.
Prueba Wako para Cl activo-DPD (297-56501).
Mide el cloro residual mediante la reacción con DPD (N,N-dietil-p-fenilendiamina) y sulfato de sodio anhidro en una misma tableta permitiendo el uso en condiciones más versátiles. La oxidación del reactivo genera un color rojo o rosa, que permite la cuantificación de cloro libre al comparar el color con la tabla adjunta. Al añadir la tableta de KI y esperar dos minutos más, es también posible cuantificar el cloro total. El cloro unido puede obtenerse por la diferencia de estos dos valores.
Prueba Wako para Cl activo (296-01641).
Permite la medición de cloro residual activo mediante el uso de ABTS (ácido 2,2'-azinobis(3-etilbenzotazolina-6-sulfonico) como agente colorante. Al reaccionar con una sustancia oxidante, el ABTS se vuelve de incoloro a verde. La velocidad de reacción para el cloro libre y unido es significativamente distinta, por lo que pueden medirse en el mismo tubo considerando un tiempo de reacción de máximo 10 segundos para el cloro libre y de 5 minutos para el cloro total.
Para más información no dude en contactarnos.
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Gopal, K., Tripathy, S. S., Bersillon, J. L., & Dubey, S. P. (2007). Chlorination byproducts, their toxicodynamics and removal from drinking water. Journal of hazardous materials, 140(1-2), 1-6.
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